Una nueva flota de naves intentarán develar los misterios de nuestro “gemelo” planetario en el Sistema Solar. Una charla con Adriana Ocampo Uria, geóloga planetaria de la NASA.
7 de Julio de 2021 - Manuel Mazzanti
Adriana Ocampo Uría, Geóloga Planetaria de la NASA - Foto: NASA
El pasado 2 de Junio, la NASA anunció la intensión de volver al planeta Venus, con el envío, en los próximos años (2028-2030), de dos nuevas sondas planetarias llamadas DAVINCI y VERITAS.
En un momento en que pareciera que todas las miradas se centran en la Luna y Marte, con planes de la NASA de llevar nuevamente misiones tripuladas a nuestro satélite en el 2024, más nuevas naves y robots de diversos países ya orbitando y explorando la superficie del planeta rojo (helicóptero incluido), este nuevo anuncio del retorno a Venus podría sonar sorpresivo, pero nada más alejado de la realidad.
Por muchos años, Venus le ha quitado el sueño a una parte importante de la comunidad científica espacial. Nuestro intento por entender a Venus y su historia datan de la década de los 60, con las primeras misiones enviadas a sobrevolar, orbitar y hasta aterrizar en el planeta, y aunque la NASA no envía una misión específica a Venus desde 1994, varios países (EE.UU incluido) han continuado con la investigación. Las sondas Galileo, Cassini y Messenger sobrevolaron Venus antes de llagar a sus respectivos destinos finales. Venus Express, de la ESA (Agencia Espacial Europea) entró en órbita en el 2006 y estuvo operativa hasta el 2014, y hoy en día la nave japonesa Akatsuki sigue intentando descifrar los misterios del clima venusino para tratar de responder la gran pregunta: ¿qué le pasó a nuestro vecino?
Una pregunta que sin dudas obsesiona a Adriana Ocampo Uria, geóloga planetaria especializada en cráteres de impacto. Nacida en Barranquilla, Colombia y criada en Argentina, Ocampo Uria descubrió su fascinación por el espacio desde muy pequeña, mirando las estrellas y soñando en algún día descubrir sus secretos. Sus padres emigraron hacia los Estados Unidos en los años 70, donde ya estudiante tuvo la oportunidad de asistir a varias de las charlas que el JPL (Jet Propulsion Laboratory, o Laboratorio de Propulsión a Chorro) ofrecía a jóvenes estudiantes para participar en proyectos y dar a conocer como se trabajaba en la NASA. No tuvo dudas de donde continuaría su carrera.
Ocampo Uria comenzó a trabajar en el JPL desde muy joven, estudiante todavía, colaborando en misiones como Viking, Mars Observer, Voyager y Galileo, entre otras. Una vez graduada le fue ofrecida una posición a tiempo completo como científica investigadora en el mismo JPL. 38 años más tarde, Ocampo Uría es una las científicas planetarias más reconocidas del mundo y hoy en día lidera el programa Nuevas Fronteras de la NASA, programa que ha enviado exitosas misiones como Nuevos Horizontes (la primera en sobrevolar Plutón), Juno (en órbita acreedor de Jupiter), OSIRIS ReX (actualmente trayendo muestras del asteroide Bennu de regreso a la Tierra), y en el futuro cercano, Dragon Fly, un drone del tamaño de un auto pequeño que podrá volar cientos de kilómetros en Titan. Y como si fuera poco, Adrian Ocampo Uria tiene además un asteroide a su nombre en reconocimiento a todo su aporte a la exploración espacial.
“Es verdad que este anuncio suena como “una vuelta” a Venus, pero no es tan así. Nunca dejamos de investigarlo, y estas nuevas misiones, DAVINCI y VERITAS, llevan años de preparación y planeamiento. Ahora se han dado las condiciones para que luego de arduas competencias y varios ciclos de revisiones entre pares, hayan alcanzado un nivel de excelencia tecnológica y científica para poder llegar a ser seleccionadas”, menciona Ocampo Uria.
Estas dos misiones, trabajando en forma conjunta y complementaria con otras naves de diferentes países, nos permitirán entender mejor que le pasó a nuestro gemelo planetario.
“En sus inicios Venus era muy parecido a la Tierra”, afirma Ocampo Uria, “tiene nuestro tamaño, casi la misma masa y una composición muy parecidas, hasta sospechamos que tuvo océanos, y sin embargo, su evolución fue dramáticamente diferente. Es muy importante que podamos entender porque y por eso estas misiones son vitales”.
¿Cuáles son las características principales de estas sondas?
DAVINCI (Deep Atmosphere Venus Investigation of Noble gases, Chemistry, and Imaging)
Se compone de un orbitador y una esfera que se separará del mismo para penetrar la atmósfera de Venus y poder recabar información a diferentes alturas
“El objetivo de DAVINCI es permitirnos conocer la evolución climatológica de Venus”, afirma Ocampo Uria, “y además saber si tuvo océanos en el pasado”.
A medida que la esfera desciende en caída libre a través de la densa atmósfera del planeta, realizará mediciones muy detalladas de los diferentes gases nobles y otros elementos para entender el proceso de efecto invernadero y compararlo con el de la Tierra.
“Gracias a los primeros vuelos de las sondas de los años 60 sobre Venus es que conocimos y empezamos a aprender sobre el efecto invernadero”, menciona Ocampo Uria.
DAVINCI, además, enviará imágenes de alta resolución de una región muy particular de Venus llamada “Tesserae”, una rara conjunción de diferentes tipo de rocas que se cree puede ser el equivalente a las placas tectónicas de nuestro planeta. Es el movimiento de nuestras plantas tectónicas que de cierta manera colaboró con la formación de montañas y volcanes, transformándolo en un mundo más habitable, permitiendo el desarrollo de la vida.
La sonda podrá ayudarnos a dilucidar el misterio de la famosa fosfina en la atmósfera de Venus, confirmada primero, desmentida después. DAVINCI, contará con instrumentos son instrumentos muy sensibles y atravesará la atmósfera midiendo cada componente.
La sonda DVINCI descendiendo en Venus - Imagen: NASA
VERITAS (Venus Emissivity, Radio Science, InSAR, Topography, and Spectroscopy)
La sonda permanecerá en órbita alrededor de Venus y su principal objetivo es el estudio topográfico del planeta mediante un radar de apertura sintética de última generación (SAR).
VERITAS tomará la posta del trabajo iniciado por la sonda Magallanes, pero equipado con nueva tecnología que nos ayudará tener un panorama más preciso de la composición de la superficie, sus variaciones, como así también poder contar con un mapa geológico, y poder determinar las áreas más antiguas y jóvenes de Venus.
El radar del VERITAS va a cubrir un gran porcentaje del planeta, pero lo más interesante es que luego llegará la sonda europea ENVISION, esta vez con un radar de mayor precisión aún, para concentrarse sólo en el 20% de la superficie que más interés hayan producido las imágenes de VERITAS.
Un esfuerzo colaborativo científico internacional con el objetivo de poder obtener la mayor información posible.
“Estamos en un momento en el podemos ya pensar en hacer planetología comparativa, que es vital para poder entender el pasado, presente y futuro de nuestro propio planeta, y que nos va a ayudar a entender como poder mitigar potenciales cambios climáticos en el futuro”, afirma Ocampo Uria.
La investigación no termina con DAVINCI, VERITAS y ENVISION, para nada, la NASA está también colaborando en la próxima nave rusa VENERA-D, quizás la misión más ambiciosa de ese país a Venus. La sonda contará con un orbitador, un “lander” o nave de aterrizaje y un rover. La misión, planeada para los años 30-40, tiene además el difícil objetivo de traer muestras de la superficie de Venus a la Tierra.
Otro país que quiere explorar y colaborar con el estudio de Venus es India, que ya está en pleno desarrollo de la sonda Shukrayaan-1. El objetivo es lanzarla entre 2024-2025 y contará también con el apoyo de la NASA, Rusia y varios otros países que enviarán diversos experimentos en la sonda.
¿Y el sector privado? Tampoco se quiere quedar atrás. Empresas como Rocketlab ya tienen en la mira a Venus y cuentan con la tecnología para poder llegar a la Luna, Venus y más allá. La nave Photon, una especie de tercer etapa reconvertida en plataforma de transporte, podría transportar instrumentos a un costo muy accesible.
“Sí, estamos en charlas iniciales con Rocketlab para analizar potenciales misiones y ver como la NASA puede colaborar”, menciona Ocampo Uria.
La planetología comparativa será sin dudas vital para el estudio no solo de Venus, sino también para entender la dinámica de nuestro propio Sistema Solar y el de sistemas planetarios orbitando otras estrellas.
Nuestro Sistema Solar tiene un solo planeta, la Tierra, en la llamada “zona habitable”, ese lugar que guarda el delicado equilibrio de estar ni tan cerca ni tan lejos de su estrella madre, el Sol en nuestro caso, y que le han permitido generar la condiciones propicias para la vida, con océanos incluidos. Pero también tenemos a Venus y Marte, nuestros vecinos mas cercanos, muy cerca de la zona habitable, y que han recorrido caminos tan opuestos. Marte, extremadamente frío y con muy poca capacidad de poder retener a su atmósfera, perdiéndola lentamente. Venus por otro lado, que literalmente no la puede soltar, transformándolo el mejor ejemplo de efecto invernadero, con temperaturas en su superficie que llegan a los 470 grados centígrados.
“Ya Hemos descubierto más de 5,000 exoplanetas (planetas orbitando otras estrellas, formando otros sistemas solares), y un gran porcentaje de ellos en sus respectivas “zonas habitables” y saber que le pasó a Venus nos va a permitir analizar mejor estos sistemas planetarios y buscar “Bio Markers” o marcadores biológicos para entender si tienen una potencial habitabilidad, o mismo entender si lo que llamamos una “zona habitable” es tal”.
Venus es como si tuviéramos a un exoplaneta dentro de nuestro propio Sistema Solar y es una oportunidad única para poder entender no solo sobre nosotros mismos, sino también analizarlo desde la perspectiva exoplanetaria para poder aprender a detectar la habitabilidad de otros planetas fuera de nuestro Sistema Solar”, concluye Ocampo Uría.
Cuando todos los ojos parecen apuntar a la Luna y Marte, ¿será Venus quien esconda los mayores secretos? Definitivamente esto recién comienza.
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